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Existe una tendencia innegable hacia la uniformidad en nuestro entorno, tanto físico como digital. Un estudio reciente sobre el mercado automovilístico en EE. UU. ilustra este fenómeno: cerca del 80% de los vehículos son ahora de colores neutros (negro, blanco, gris o plateado), un aumento significativo respecto al 60% de 2004. Esta inclinación, atribuida tanto a la optimización de costes como a supuestas «preferencias» del consumidor, tiene un resultado visible: una gran parte de nuestra vida cotidiana es menos vibrante.

Esta analogía automovilística sirve para enmarcar un problema más amplio que se extiende al corazón de Internet. El pulso de la vida digital, el «telar» de la red, parece estar atrapado en una corriente similar. Más allá del color y el diseño, en el discurso, la funcionalidad y la propia estructura, la web se enfrenta a su propia y creciente problemática de estandarización.

color web coches

La Concentración y sus Consecuencias

Es una falacia creer que el progreso ocurre por inercia. Las cosas solo mejoran cuando hay una voluntad activa de mejorarlas. La trayectoria de la web, impulsada por las fuerzas de la optimización a ultranza y la estandarización, presenta un paralelismo inquietante con la tendencia de los colores de los coches.

Herramientas como el A/B testing — que compara dos opciones para determinar cuál maximiza métricas como clics o engagement— son valiosas, pero rara vez fomentan decisiones de diseño audaces o estimulantes.

El espíritu de libre expresión y experimentación que hizo que los inicios de Internet fueran tan emocionantes —pensemos en la diversidad caótica de los blogs personales que están desapareciendo.

Mientras que un Web3 más descentralizado promete un futuro más abierto, el presente se caracteriza por la concentración del tráfico y la actividad en un puñado de plataformas gigantes. Un informe de 2021 señalaba que la influencia de los top 1.000 sitios web globales aumenta constantemente a expensas de todos los demás.

  • Los monopolios digitales son, por naturaleza, reductores de la varianza. Su dominio les permite aplastar la competencia y favorecer la consistencia interna, lo que se traduce en una experiencia de usuario cada vez más homogénea.

Esta hegemonía lleva al «Síndrome de Internet Explorer»: una complacencia donde el dominio del mercado elimina el incentivo para innovar o mejorar genuinamente la calidad. No es casualidad que muchos servicios líderes parezcan estar estancándose o, en el caso de Google, incluso ofreciendo resultados de peor calidad.

Síndrome de Internet Explorer

La Uniformidad Visual y la Carga de la IA

La manifestación más inmediata de esta tendencia es la homogeneidad estética. Un sinfín de sitios web se basan en plantillas las cuales no han sido modificadas para dar un estilo único y personal. Esto hace que muchas de estas páginas se parezcan sorprendentemente entre sí.

Por supuesto, los sistemas de diseño minimalistas o en escala de grises tienen su lugar. Sin embargo, cuando estos se convierten en la única opción predominante, sacrificamos la riqueza y la extravagancia por una seguridad visual que nos lleva a un «Levittown digital» (un suburbio estandarizado). Incluso los logos están simplificándose hasta el punto de la indistinción.

La llegada de la Inteligencia Artificial al consumo masivo exacerba este problema. Al amalgamar y «alucinar» a partir de contenido que ya tiende hacia una media estandarizada, la IA genera un contenido que es, en esencia, escala de grises en su forma más pura. Si se mezclan todos los colores, el resultado no es un arcoíris, sino un tono gris y fangoso.

La web, como dominio, debería ser vista como arquitectura. Una ciudad donde todos los edificios son idénticos es un lugar que aplasta el alma. La web tiene una flexibilidad inherente que debería fomentar la diversidad, no la repetición.

Uniformidad Visual

Recuperando la Vitalidad: El Poder del Ciudadano Digital

La solución a este problema no vendrá de las grandes empresas, pues son ellas los que más tienen que perder si se arriesgan a ser «coloridos» y esto afecta su rentabilidad. La palanca de cambio reside en los ciudadanos de la web: nosotros.

Internet es, fundamentalmente, un lugar donde la imaginación puede materializarse a un coste casi nulo. Un medio tan flexible e ilimitado no debería ser aburrido.

¿Cómo podemos inyectar vitalidad?

  1. Priorizar el Color y la Estética Audaz: Cuando podemos elegir, optaremos por lo audaz en lugar de lo seguro. Un color que no funciona se cambia en un código hexadecimal, no hay un «coste extra». Esto aplica a paletas, tipografías e iconos. La clave es demostrar que lo vibrante y lo accesible (WAI-ARIA) no son mutuamente excluyentes.

  2. Abrazar la Aleatoriedad: La vida está llena de imprevistos. Inyectar un grado de aleatoriedad en el diseño (como una ligera rotación de imágenes o la inclusión de enlaces inesperados) crea una sensación más orgánica y natural, un ambiente tipo álbum de fotos que contrasta con la rigidez corporativa.

  3. Actitud de Experimentación: La clave es la voluntad de simplemente probar cosas. Crea tu propia fuente, añade un filtro original, implementa ese easter egg que tienes en mente. El valor no está en la originalidad absoluta, sino en la expresión por el simple hecho de expresarse.

  4. Apoyar las Alternativas Abiertas: Como usuarios, ser aventureros y adoptar alternativas de código abierto a los monopolios de software ayuda a dar forma a un mundo digital más colaborativo y abierto.

No se trata de idealizar el diseño web de los años 90 ni de resistirse a tecnologías emergentes como la IA. La clave es la valentía de seguir adelante, aplicando lo que sigue siendo verdad sobre la creatividad y la exploración de nuevas ideas con un espíritu lúdico.

La mayor parte de la red —proyectos personales, wikis, foros, blogs— no está sometida a la presión económica que impulsa a los gigantes a ser «seguros y probados». La web es una manifestación de la imaginación, y la imaginación tiende al color, no al gris. Hacia dónde va Internet lo deciden sus ciudadanos. Si queremos, podemos hacerlo tecnicolor.